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RADICALES Y MODERADOS EN LA IZQUIERDA

Publicado: 2012-09-06

Augusto Ruiz Zevallos

Se desarrolla en las redes un debate interesante sobre radicalismo y moderación en los planteamientos de la izquierda peruana. Su trasfondo parece ser una preocupación de los participantes por la conducta que debería asumir un eventual frente de izquierdas. Para algunos (lo dijo Martín Tanaka en su artículo del 2/09/12 en La República) “la clave del éxito político se encontraría en la moderación” sin que esto signifique diluir las diferencias con la derecha, mientras que para Alexandro Saco (en su blog el martes 4) y Hugo Wiener (La Primera, 5 de setiembre) la clave estaría en mantener una posición radical de confrontación con el modelo de crecimiento hoy vigente.

Históricamente la misma izquierda ha tenido sus radicales y moderados. Recordar esto es necesario porque muchas veces se construye una supuesta esencia radical de lo que significa ser de izquierda sobre la base del olvido. También porque nos permite precisar que la moderación o la radicalidad siempre se manifiesta en relación a otro, más o menos radical, lo que no es exclusivo de una determinada postura política. Hay radicales y moderados en la izquierda y también en la derecha. Lo radical es lo que es percibido como lo inviable, lo no factible, y por lo general como aquello que enfatiza lo que en términos weberiamos se llamaría “la ética de los fines últimos” o “de la convicción” opuesta a la “ética de la responsabilidad” típica del realismo y la moderación. Estamos hablando en función del léxico de la política peruana y de sus analistas, no de la filosofía política (lo radical, atendiendo a otras definiciones, no sería sinónimo de extremismo, que es la categoría que le corresponde a cierta izquierda, pero este es otro tema). En ese sentido alguien que propone políticas tipo Chávez es un radical de izquierdas, mientras que alguien que sostiene la total privatización de la educación o de la salud, es un radical de derechas. Ambos serían radicales en la medida que proponen cosas percibidas por una mayoría social como no factibles o contraproducentes. Pero esos son casos muy característicos. Entre uno y otro habría una serie de matices que incluyen a los menos radicales y a los menos moderados. Y aunque los políticos, salvo excepciones, pueden evolucionar, siempre será en el escenario, en la comunidad política, donde se decidirá su ubicación en uno u otro lado del abanico.

Así por ejemplo, el Ollanta Humala de la primera vuelta del 2006, era un moderado con respecto al Humala del Andahuaylazo y al etnocacerista de Locumba —y lo era también en relación a las candidaturas de la izquierda tradicional— y sin embargo aparecía como radical frente a un Alan García que, al mismo tiempo que se enfrentaba a Chávez, condenaba a “la candidata de los ricos”. Por esto último, Ollanta más moderado no podía ser, si acaso hubiera querido serlo en esa fase del proceso (cosa que descarto). En la segunda vuelta, eliminada Lourdes, mientras Alán se corre al centro derecha, Ollanta lo hace al centro con alardes ideológicos no de mariateguismo, por supuesto, sino del aprismo histórico: “sí al capital extranjero pero con soberanía nacional”. Recordemos que Ollanta inició la campaña de segunda vuelta ante la tumba de Haya, en Trujillo. Un Humala que ha moderado sus planteamientos, pudo crecer en votación, aunque no ganar, debido en parte a que los anticuerpos que tenía Alan no eran tan fuertes como los de Keiko en el 2011.

Ahora bien, contra lo afirmado por Tanaka (que el abandono de la Gran Transformación por el Compromiso con el Pueblo Peruano de fines de marzo de 2011 y la Hoja de Ruta de mayo del mismo año le permite a Humala hacerse del poder), Saco sostiene que el despegue de Ollanta se produjo en febrero, antes de esos cambios, y que logró el 31 % de los votos gracias a sus prédicas antiimperialistas y radicales. Sostiene también que, habiendo subido Keiko y sobrepasado a Humala en 5 puntos, luego de la Hoja de Ruta, la moderación y su ubicación en el centro no tuvieron un efecto favorable para su candidatura. Humala logra repuntar, afirma, gracias a que “ataca radicalmente a su rival” en temas como corrupción y derechos humanos (las esterilizaciones). Hugo Wiener respalda la interpretación de Saco y básicamente se muestra enemigo de la moderación.

Un punto interesante en la argumentación de Alexandro Saco contra Martín Tanaka, esta en su referencia a los mensajes radicales que Humala emitía durante la primera vuelta. Pero, ahora que sabemos el modus operandi del comandante, eso podría verse como un acto oportunista para asegurar su entrada en la segunda vuelta. Más moderación era innecesaria, ya que en ese momento no era posible ganar al electorado de centro, disputado por Keiko y por Toledo,  y hasta inconveniente, ya que lo que tenía a la mano era los sectores descontentos o potencialmente descontentos con el modelo. No creo en la teoría de “las capturas” y más bien pienso que la moderación era un destino que Ollanta había asumido desde antes (algo doloroso de aceptar para quienes lo acompañaron), cuando teatralizaba en Cajamarca a favor del agua y no del oro. Sin esas bravatas radicales, me pregunto: ¿cómo podría haber logrado entrar a la segunda vuelta? No digo que estoy de acuerdo con lo que hizo, sólo que así fue.

Creo que también es un buen punto cuando relativiza la importancia de la Hoja de Ruta. En efecto, no creo que ésta tuvo ese poder mágico que en su momento y aún después se le atribuyó. Humala había dejado ya el discurso radical, inmediatamente, tras su primer triunfo; sus beneficios se vieron en las encuestas del 24 de abril: Ollanta tiene 42 % y Keiko 36 %. Sin embargo, no pienso que la famosa Hoja sirviera de muy poco para captar votos y sí que en la tendencia general le permitió afirmar el piso sobre el cual sus mensajes y ataques finales se hicieron más creíbles. Correlacionar Hoja de Ruta y repunte de Keiko, por la coincidencia de las fechas, es tan posible como correlacionar los vientos con los terremotos. Quiero decir: no puede girar todo el análisis en torno a la Hoja de ruta. Ese repunte pudo deberse a otros factores, como la intolerancia de Carlos Tapia ante Rosa María Palacios o los argumentos radicales de Javier Diez Canseco y otros desencuentros. ¿No suena un poco extraño pensar que unos ciudadanos molestos por la moderación de Ollanta y que esperaban radicalidad decidan correrse más a la derecha y manifestar su intención por Keiko? ¿No es más coherente pensar que los que no se animaban aún con él, eran gentes que no creían que era cierta su moderación?

El tercer argumento es mucho menos fuerte. El énfasis de Ollanta en el último tramo de la campaña en los temas de derechos humanos, llamado por Alexandro “endurecimiento”, no es radicalismo ni contradice, creo yo, la tendencia a la moderación planteada antes y luego de la Hoja de Ruta, porque desprestigiar al contrincante es elemental en una lid electoral, sobre todo en el tramo final, y porque hablar a favor de los derechos humanos es algo compartido con sectores liberales. En todo caso, ese tipo de “radicalismos” están entre lo mejor que tiene la izquierda para construir su definición identitaria (tema que dejo pendiente). La lucha por los derechos humanos, el enfrentamiento a la corrupción, la lucha por la libertad de expresión y el pluralismo político, al margen de que sean banderas tomadas por otros sectores, ofrecen una sana manera de ganar autoridad y, sobre todo, de construir país.

Pero la izquierda (la derecha también, pero no es el tema) ha estado más preocupada por lo primero que en lo segundo. Wiener dice que plantear “la moderación tiene un sabor a domesticar la izquierda … para tranquilidad de los minoritarios grupos de poder”. También podría decirse que plantear la radicalidad de la izquierda es el sueño de ciertos políticos y funcionarios desesperados no por cambiar el país desde el gobierno sino por tener “éxito político”  y capturar determinadas cuotas de poder para su beneficio. Por cierto, elimino de esta posibilidad a muchísimas personas que conozco bien,  como Alex Saco.

Lo cierto es que en los últimos 80 años, la equivocación estuvo del lado de la izquierda radical. Se equivocaron Ravines y los comunistas con su táctica de “clase contra clase” al comenzar los años 30. Se equivocaron el MIR y el ELN en 1961-65; y VR, MIR y los maoístas frente a la DC y al PCP “Unidad” durante el gobierno de Velasco. Erraron Hugo Blanco y los grupos trotskistas al romper la ARI en 1980. Y Diez Canseco y Letts en los años de la Izquierda Unida frente al moderado Barrantes y otros que tenían propuestas de compromiso histórico contra la derecha y las fuerzas de la guerra. Y al hacerlo, no solo se perjudicaron ellos, y esto es lo más triste, sino también muchos sectores populares. Sobre todo los que no tenían representación política.

Portal de lamula 6/09/12


Escrito por

Augusto Ruiz Zevallos

ARZ es historiador y ensayista, además de profesor de Realidad Nacional y Filosofía de la Historia en la UNFV y en la UCSUR.


Publicado en

Pasado y Presente

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